Sólo tus ojos verdes, redondos y vivaces
existen,
cristalizados y dorados como espejos
de un tiempo muy remoto,
remoto como nuestras almas
que hace cientos de años
ya se habían amado,
tal vez a la luz de la hoguera,
en un bosque lejano y solitario,
como lo hizo Brida con su amante,
con el frío helándoles la piel,
y como lo haríamos tú y yo
si en Cuba hubiera bosques,
o invierno.
Pero puedes venir al paisaje
selvático de mi dormitorio,
allí hallarás una tierra cubierta de hierbas
y flores donde recostar tu cabeza,
y esta hoguera que soy,
para acandilar tus brazos y tus piernas,
y a tu lengua el vino de mis besos
(de cosecha italiana, añejado por un año)
el tiempo que te tomó ver
que yo soy la mujer de tu vida,
que conmigo está el pan
de cada día
y el gloria del domingo en la mañana.
Wow! Azúca!
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