Ese no fue el último beso que te di,
no nos despedimos sin saberlo
en mi puerta, de esa manera
despreocupada.
Yo reparo mil veces
los muchos besos
que nos faltó darnos,
las noches abrazados que no tuvimos,
tus palabras quebradas
en la puerta de salida
camino hacia el avión, que no escuché.
Quiero cortar el cordón umbilical
que me ata a ti,
pero no hay fuerza capaz
de despegarme del dolor infinito
de extrañarte tanto,
a fuerza de hacerme daño.
En mi cama se siente
el aire recorriendo
el vacío nauseabundo
de tu silueta,
la oscuridad que ha quedado
luego del brillo de tus ojos
me ha dejado la cara menguada
y el espíritu deshecho, en jirones.
Amor, cuánto te extraño,
de esta forma obstinada
y perdurable de silencio y naufragio.
En mis ojos cerrados aún me abrazas,
aún eres dulce y protector,
todavía me miras con ternura.
A veces me pregunto si te imaginé
esa mirada de amor,
si en vedad me quisiste;
pero aprieto los párpados
y viene la sensación de tenerte,
el bienestar de sentirte junto a mí,
tus palabras ciertas, o no,
son las que quiero oír,
y te mantengo en mi recuerdo
fresco y abril.
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